En el inhóspito desierto de Atacama, en el seco norte de Chile, una extraña y descomunal figura aparece dibujada sobre una colina llamada Cerro Unitas. Se trata de la representación de un extraño ser, tal vez un dios: el Gigante de Atacama, que aparece rodeado de miles de símbolos más pequeños. Se trata del mayor geoglifo jamás descubierto.
Hace casi mil años que el gigante fue “dibujado” en esta ladera desolada, al igual que las más de 5.000 imágenes menores que se encuentran repartidas por esta zona del desierto. Los diseños son variados pero el modo de creación, siempre el mismo: bien sea “barriendo” la gravilla y arena para dejar al descubierto la roca de debajo, de un color diferente, o bien o mediante la colocación de piedras y arena formando líneas. Parece increíble que todo esto hay llegado intacto hasta nuestros días. Y todo gracias a la ausencia casi total de viento en este desierto.
El gigante mide 390 metros de altura y está concebido con un estilo directo y sin pretensiones, con predominio de las líneas rectas que sugieren un atuendo ceremonial o las extrañas características de un dios. Sea lo que sea lo que esto signifique, hay un hecho real e inquietante: las líneas del tocado del gigante se alinean con la luna cada noche, y en conjunto con los demás puntos de la imagen se pueden utilizar para predecir la época del año, por lo que los antiguos constructores podían predecir la llegada de la temporada de lluvias.
Puede que el Gigante de Atacama no sea el más famoso geoglifo desde un punto de vista arqueológico, pero parece incuestionable que por su tamaño, su claridad y la importancia del personaje que representa (un dios de la lluvia en el desierto) resulta irresistiblemente atractivo para los turistas.
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